Le pedimos a uno de nuestros reporteros que redactara tres historias para ponerte los pelos de punta
Por motivo de Halloween decidimos escribir tres historias de terror propias de las leyendas urbanas de internet, las cuales debían tener como único requisito que fueran lo suficientemente aterradoras como para ponernos los pelos de punta.
La llamada perdida
Hace unos meses recibí una llamada de un número desconocido. Al contestar, solo escuché un silencio sepulcral. Pensé que era una broma o un error, así que colgué y seguí con mi vida. Al día siguiente, me llegó un mensaje de texto del mismo número. Decía: “Te estoy buscando”. Me pareció extraño, pero no le di mayor importancia. Quizás era alguien que se había equivocado de contacto o que quería asustarme.
Pasaron los días y las llamadas y los mensajes se hicieron más frecuentes y amenazantes. El desconocido me decía cosas como: “Sé dónde vives”, “Te estoy siguiendo”, “Voy a matarte”. Me sentí aterrado y decidí bloquear el número. Pensé que así se acabaría el problema, pero me equivoqué.
Una noche, cuando estaba durmiendo, escuché el timbre de mi celular. Era una llamada perdida del número bloqueado. No entendía cómo era posible, pero lo ignoré y volví a dormir. A la mañana siguiente, encontré mi celular en el suelo, con la pantalla rota y la batería agotada. Al conectarlo al cargador, vi que tenía cientos de llamadas perdidas y mensajes del mismo número. El último decía: “Ya estoy aquí”.
Sentí un escalofrío recorrer mi espalda y miré a mi alrededor. No había nadie en mi habitación, ni en mi casa. Todo estaba en orden, excepto por mi celular destrozado. Me pregunté quién era ese desconocido y qué quería de mí. ¿Cómo podía llamarme si lo había bloqueado? ¿Cómo podía saber dónde vivía? ¿Cómo podía entrar en mi casa sin dejar rastro?
No encontré ninguna respuesta lógica a esas preguntas. Solo sé que desde ese día, no he vuelto a recibir ninguna llamada ni ningún mensaje de ese número. Tampoco he vuelto a dormir tranquilo.
El juego
Hay una página llamada “Escape”, a la que solo se puede acceder a través de un enlace oculto en un foro de la deep web. Dicho enlace cambia cada día y solo funciona durante una hora. Si tienes la mala suerte o fortuna de entrar en la página, te aparecerá una pantalla negra con una cuenta atrás de 60 segundos y una advertencia: “Si no sales antes de que el tiempo se acabe, morirás”. No hay forma de cerrar la página, ni de apagar el ordenador. Solo puedes esperar a que el tiempo se acabe, o hacer clic en el único botón que hay: “Jugar”.
La mayoría de la gente que entra en la página sale corriendo antes de que el tiempo se acabe, pero algunos curiosos o valientes hacen clic en el botón de jugar. Entonces, la pantalla cambia y les muestra una imagen aleatoria de algo horrible: un cadáver mutilado, una escena de tortura, un monstruo deformado... Al mismo tiempo, se escucha un sonido ensordecedor y distorsionado, como un grito o una risa malévola. La imagen y el sonido duran solo unos segundos, y luego vuelven a la pantalla negra con la cuenta atrás. Pero esta vez, el tiempo restante es menor: 50 segundos. Y la advertencia es más amenazante: “Si no sales antes de que el tiempo se acabe, sufrirás”. El botón de jugar sigue ahí, tentando a los usuarios a seguir viendo imágenes horribles y escuchando sonidos infernales. Cada vez que hacen clic, el tiempo se reduce en 10 segundos, y la advertencia se vuelve más escalofriante: “Si no sales antes de que el tiempo se acabe, te arrepentirás”. “Si no sales antes de que el tiempo se acabe, te encontraré”. “Si no sales antes de que el tiempo se acabe, morirás”.
Nadie sabe qué pasa al final del juego, si es que alguien ha conseguido llegar. Algunos sospechan que la página te muestra tu propia muerte, la cual se cumple al cabo de unas horas. Otros dicen que la página te conecta con una entidad maligna que te persigue y te atormenta hasta que te quita la vida, pero supongo que nadie es lo suficientemente estúpido o atrevido para intentarlo. ¿Te paso el enlace?
Parásito
Los amigos entraron en la casa con linternas, cámaras y grabadoras, dispuestos a documentar cualquier fenómeno paranormal. Exploraron las habitaciones, el sótano y el ático, pero no encontraron nada fuera de lo normal. Algunos se burlaban de la leyenda, otros se mostraban nerviosos y escépticos.
Decidieron pasar la noche en el salón, donde habían encontrado un viejo sofá y unas mantas. Apagaron las linternas y las cámaras, y se dispusieron a dormir. Sin embargo, ninguno pudo conciliar el sueño. El silencio era demasiado opresivo, y la oscuridad les hacía imaginar cosas.
De repente, uno de ellos escuchó un ruido en el piso de arriba. Era como si alguien arrastrara algo pesado por el suelo. Se lo dijo a los demás, pero nadie le creyó. Pensaron que era su imaginación, o que quería asustarlos. El ruido se repitió varias veces, cada vez más fuerte y más cerca. Entonces, uno de ellos tuvo una idea. Encendió su grabadora y la dejó sobre la mesa. Dijo que así podrían registrar el sonido y averiguar qué era. Los demás estuvieron de acuerdo, y volvieron a apagar las luces.
El ruido continuó durante unos minutos, hasta que se detuvo. Los amigos respiraron aliviados, pensando que había sido algún animal o el viento. Se durmieron poco después.
A la mañana siguiente, se despertaron con el sol entrando por las ventanas rotas. Recogieron sus cosas y salieron de la casa. Uno de ellos recordó la grabadora y la encendió para escuchar lo que habían captado.
Lo que oyeron les heló la sangre. No era un ruido lo que se escuchaba en la grabación, sino una voz. Una voz grave y gutural, que decía una y otra vez:
“Ustedes y yo ahora somos uno”.
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